Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: El drama que faltaba

viernes, 30 de mayo de 2003

El drama que faltaba

El suicidio de Silvia Ryan, madre de Nicolás Pachelo, el hombre señalado por la familia de María Marta García Belsunce como posible responsable del crimen, tiñó el caso, una vez más, de ribetes trágicos. Que señalaran a su hijo y que en un programa de tevé cuestionaran su coartada habrían sido las gotas que colmaron el vaso. El juez Barroetaveña quiere que Molina Pico investigue a Pachelo. 

A Nicolás Pachelo (26), las historias se le repiten. Siete años atrás, en enero de 1996, su padre, el corredor de autos Roberto Pachelo, se suicidó en su casa de Villa Rosa. Algunos dicen que fue una muerte oscura que empezó con dos tiros y terminó con el incendio de su casa de Tortugas. El 29 de mayo de este año, fue su madre -Silvia Magdalena Ryan- la que se quitó la vida. Y, como si esto fuera poco, este suicidio se mezcla con otra muerte: la de María Marta García Belsunce. Nicolás Pachelo es, para la familia de la socióloga asesinada en el country Carmel, el principal sospechoso y su mejor coartada era justamente su madre. Es que, ante la Justicia, Pachelo juró haber estado con ella de compras en el shopping Paseo Alcorta. Un ticket firmado por Ryan sería la prueba.
Antes de matarse, Ryan dejó tres cartas. En una de ellas, la que está dirigida al fiscal Diego Molina Pico, dejó en claro: "Me mato porque mi hijo es inocente". Además acusaba del crimen a Horacio García Belsunce y calificaba a su familia como "mentirosa y poderosa". Cuando se enteró de la decisión de su madre, Nicolás dijo: "Si pensaban destruirme, ellos lo hicieron", haciendo clara referencia a los García Belsunce. Muchos piensan que el suicidio de la mujer podría complicar la causa. Sin embargo para Roberto Ribas, el abogado de Nicolás Pachelo: "La muerte de la señora Ryan es irrelevante para la causa penal". Pachelo, que fue a declarar voluntariamente y se ofreció para someterse a la prueba de ADN, no está imputado en el caso. Hasta ahora. Tal vez a raíz de la sugerencia del juez Diego Barroetaveña, el fiscal Molina Pico incluya su nombre en la investigación. Porque si algo le faltaba al caso que ya lleva ocho meses sin resolver, era otra muerte.

Perfil de "una mujer sufrida"

"Si había una mina que era buena, ésa era mi vieja", confesó Nicolás Pachelo. Y reveló algo más: hacía ya cinco meses que Silvia Ryan estaba bajo medicación, tomaba ansiolíticos y antidepresivos. "Estaba muy angustiada por el futuro de su hijo en la causa en la que se investiga el crimen de María Marta", explicó Ribas. Su estado se agravó cuando Carlos Carrascosa, el único detenido, quedó en libertad. Cuentan también que la deprimió aún más ver un programa del periodista Jorge Lanata, en el que se mostraban imágenes del frente de su casa. "Fantaseó con que había un complot en contra de su hijo. No aguantó más", sugiere Isabel Palacios, que cursó con ella el Bachillerato Bilingüe, en el colegio Michael Ham, en Vicente López (se recibió en 1966). En la tarde del jueves 29 de mayo, Ryan se encerró en su departamento de Av. Del Libertador 184, selló las puertas de ingreso con trapos y toallas, ató los picaportes y saltó desde el piso 11.
Silvia Ryan había nacido hace 55 años y era hija de un empresario de sangre irlandesa y de un ama de casa, que vivieron por muchos años en el barrio de Belgrano. Tenía una hermana, Lizzie. Sus amigas la recuerdan como una persona íntegra. Aseguran que no tenía perfil de suicida y, para quienes lo dudan, remarcan que no tomaba alcohol (laautopsia reveló que antes de quitarse la vida había ingerido whisky). El carácter fuerte y la racionalidad eran dos de sus características más salientes. "Era una mujer triste y muy sufrida", dice Palacios. "Desde chica lloraba por amores no correspondidos. Durante la secundaria estuvo muy enamorada de Alvaro Zorraquín, un muchacho de Tortugas que nunca la tomó en serio", recuerda esa ex compañera de colegio. Lo mismo parece haberle pasado con Roberto Pachelo. Muchas personas señalan, en voz baja, que el gran error de Ryan fue casarse con él. "El era un desbordado y tenía una vida terrible", opinó Palacios. El matrimonio duró poco: Pachelo la dejó por Jacqueline Barbará, una amiga de Silvia que había enviudado hacía muy poco y tenía un hijo pequeño.
Tras el divorcio, Ryan no rehizo su vida sentimental. Tenía varias amigas: muchas, del colegio. Otras, del Tortugas Country Club, y algunas que fue ganando del bridge, el mismo juego que apasiona a varios vecinos del Carmel y a Carlos Carrascosa. Pero de la gran cantidad de amigas que tuvo a lo largo de su vida, ninguna de ellas (y ni siquiera su hijo Nicolás o su hermana Lizzie) asistió al velorio. Su cuerpo estuvo solo en la casa funeraria de Avenida Córdoba y Thames.
Por más de quince años, Ryan trabajó como secretaria en una administradora de campos de Josefina y Fernando Demaría. Se ocupaba de la liquidación de sueldos y de los trámites bancarios. Dos años atrás, había decidido trabajar por su propia cuenta. A pesar de que ya no tenía un trabajo fijo, tenía buen pasar. Hacía manteles a pedido y obtenía dinero de una tosquera que había heredado de su ex marido. En ese emprendimiento, Ryan y Jacqueline Barbará eran socias.
Sus tres nietos eran su devoción: en una de sus cartas póstumas, le recomienda a su hijo que los cuide. Para Ryan, sin embargo, Nicolás era su mayor preocupación. Dicen que ya desde muy chico, Pachelito -así le dicen- se había hecho fama de "terrible". Cuentan que cuando el chico vivió con su padre, quiso incendiar la cuna de su medio hermano. Tenía sólo seis años. Ya de grande le siguió dando dolores de cabeza a su madre: Pachelo estuvo sospechado de vender palos de golf robados. También se cuenta que solía cambiar los precios de los productos en los supermercados. Y, en los tribunales penales de San Isidro tiene causas: dos por defraudación y una por daños. Para Ryan, que ahora hubieran culpado a su hijo por la muerte de María Marta García Belsunce habría sido demasiado.
A Fredriu Garmer, Mats Uyllenius y Roger Nilsson, el aspecto de turistas los delata. Rubios, altos y de ojos claros, acaban de llegar de Suecia. El cementerio de la Recoleta es parte del tour. Los suecos están frente al panteón de la Asociación Calpense de Socorros Mutuos, a escasos metros del Mausoleo de Domingo F. Sarmiento, porque vieron el revuelo de los medios: "¿Es alguna celebridad?", quieren saber. Alguien les habla de un crimen sin resolver, de una socióloga asesinada de cinco tiros que está enterrada en el otro extremo de ese cementerio, y de dos mujeres que se llevaron sus verdades a la tumba.

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