Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: Declaraciones de los forenses

viernes, 15 de julio de 2011

Declaraciones de los forenses


El forense que descubrió los balazos en el cráneo de María Marta dijo ante el tribunal que sólo un experto podría haberse dado cuenta de que la mujer había recibido disparos y no golpes. El testimonio respalda lo sostenido por los García Belsunce.
Por Raúl Kollmann

Héctor Moreira, el médico forense que hizo la autopsia de María Marta García Belsunce, sostuvo ayer en el juicio oral por encubrimiento que “sólo un traumatólogo con experiencia hubiera distinguido que la víctima recibió balazos y no golpes”. Los jueces le insistieron: “¿Pero no debió verlo el médico de la ambulancia, Juan Gauvry Gordon?”. Moreira contestó: “Les repito, ningún médico, salvo un traumatólogo con experiencia”.
Este testimonio siempre fue desoído por los jueces, pero es una de las claves del caso, ya que Moreira y su par Carlos Flores no sólo declararon que en la maraña de pelo, masa encefálica y sangre era imposible ver los balazos, sino que ellos mismos no se dieron cuenta hasta que abrieron el cráneo durante la autopsia. Ayer, Moreira ratificó en todos los términos lo que viene sosteniendo desde el principio y recordó que hasta el propio fiscal Diego Molina Pico le habló de accidente en todo momento. El testimonio de Moreira respalda lo sostenido por los García Belsunce desde el principio. Por otra parte, el forense reiteró que MM fue rematada de cuatro balazos.
Moreira trató de ignorante a Gauvry Gordon, pero esencialmente porque no cumplió con lo que debió hacer: “Certificar el óbito y pedir la intervención policial”. Es que ante el deceso de cualquier persona que muere de forma traumática, o sea de forma no natural, deben intervenir la policía y la fiscalía, según establece el Código. Incluso si la muerte se produjo por accidente. De acuerdo con la norma, efectivamente Gauvry Gordon debió haber pedido la intervención policial. Sin embargo, justamente las dudas planteadas por un integrante de la familia, Juan Hurtig, hicieron que al final los propios García Belsunce llamaran al fiscal Molina Pico y al jefe policial de todo el área, Aníbal Degastaldi. El propio fiscal tampoco ordenó la autopsia de inmediato.
En las imágenes de la autopsia se ve claramente que Flores y Moreira corren el pelo de MM y con el cráneo totalmente limpio siguen hablando de golpes en las canillas y el cambiador. Recién se dan cuenta de que hubo balazos cuando abren el cráneo y encuentran los proyectiles. Lo asombroso es que esa parte de la filmación, el momento del hallazgo de los proyectiles, no está. El encargado argumenta que se le acabó el casete a los 51 minutos de filmación y tardó diez minutos en ir a comprar otro.
“El médico (por Gauvry Gordon) no debió, pero pudo haberse equivocado. Me consta que los médicos que no siguen la especialidad de legista tienen una profunda ignorancia en materia de lesiones. No dudó respecto del accidente y pudo haberse comido cualquier cosa. Realmente no haber llamado a un legista en ese momento es una injuria. Yo hubiera encontrado mil elementos. La oportunidad estaba en el lugar del hecho.”
Para el defensor de Gauvry Gordon, Gabriel Becker, el testimonio de Moreira es más que valioso. Justamente Becker dice que Gauvry Gordon no tenía experiencia ni conocimientos suficientes para distinguir los balazos, aunque sí admite que debió pedir la intervención policial, aun siendo un accidente. Becker sostiene desde el primer día que, por error y desconocimiento, no por dolo, Gauvry Gordon no pidió la intervención policial. Y la realidad es que tampoco la empresa en la cual trabajaba, Paramedic, le dio esa orden cuando el médico les informó de la muerte de MM.
Lo que dice Moreira también sostiene la defensa de los García Belsunce. La familia siempre afirmó que los balazos no se veían y que ningún médico ni Molina Pico ni Degastaldi les habló de que aquello no fue un accidente sino que podía ser un homicidio.
El forense Moreira igualmente ratificó lo que ya se conocía sobre la secuencia del asesinato de MM. Primero hay un disparo que apenas roza a la víctima y hasta queda entre sus ropas. Es el famoso pituto. Después un segundo disparo ya mortal, a la cabeza, que la voltea y la deja inconsciente. Finalmente cuatro tiros de remate, con el arma pegada al cráneo. Moreira consideró que “si hay algo que se puede elucubrar es que el asesino no era un experto en matar personas, con un calibre 32”.


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