Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: La injusticia de la justicia

domingo, 10 de julio de 2011

La injusticia de la justicia

Por Mauricio Ortín

La novela policial, desde su misma aparición y en adelante, ha conquistado a millones de lectores. Lo propio sucede con las series televisivas y las películas del género. “El secreto de sus ojos”, esa gran película de Juan José Campanella, o “Las crónicas de Bustos Domecq”, escritas por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, -por citar a autores argentinos- se destacan por atrapar al espectador-lector en una trama misteriosa que mezcla la lógica con el suspenso y la emoción. Mas, no solo la ficción posee ese poder. También los casos reales de crímenes complejos no resueltos despiertan la atención del ciudadano común.Los medios masivos de comunicación, que no ignoran el poder hechizante del hecho enigmático y escandaloso, le dan una gran cobertura. La de Policiales es, tal vez, la más leída del diario. Ahora bien, que las cosas sucedan de tal manera (es decir, que los periodistas se ocupen de los casos en una suerte de juicio paralelo) no implica, necesariamente, una garantía para que se haga justicia. A menudo sucede lo contrario y por diferentes razones. Una de ellas, sin duda, es que mientras más escandalosa la noticia sea vende mejor. No tiene, por ejemplo, el mismo valor periodístico el asesinato de una joven catarmaqueña por su novio, que si tal crimen fuera perpetrado por “los hijos del poder” de Catamarca.Claro que, para poner las cosas en su lugar, están los jueces; aunque estos tampoco son de fierro ante la presión de la opinión pública y la publicada. Un sonado caso, en el que distintos factores han “embarrado la cancha” de la Justicia, es el caso sobre el crimen de María Marta García Belsunce. Esta señora fue hallada muerta en su casa el 27 de octubre de 2002. Al principio se pensó que se había tratado de un accidente; luego, en la autopsia (dos meses después), se descubrió que había sido asesinada de cinco disparos en la cabeza. El fiscal Molina Pico acusó al marido, Carlos Carrascosa, por el encubrimiento y/o homicidio de su esposa.También, por encubrimiento, a cinco personas más. Llegado a este punto, conviene aclarar que no soy experto en derecho alguno. Ahora bien, sí tengo formación en Filosofía de la Ciencia y disciplinas afines y es por ello que, habiéndome informado sobre el caso a través de las dos sentencias que emanaron de dos tribunales distintos, encuentro una suerte de aberración inicial que, a mi criterio, debió haber sido motivo suficiente para rechazar la acusación del fiscal Molina Pico. La hipótesis sobre lo sucedido a MMGB, por más original, imaginativa o inteligente que parezca, debe ser corroborada con pruebas o evidencias empíricas. El fiscal no ha presentado siquiera una sola prueba que abone la hipótesis del encubrimiento. Para ello debería demostrar que Carrascosa, Bártoli, Irene Hurtig, Horacio García Belsunce, John Hurtig, la masajista Michelini, el médico Gauvry Gordon y todos los que asistieron o revisaron a MMGB no pudieron no darse cuenta de que había sido asesinada y además que, con el fin de encubrir el crimen, se complotaron para que pareciera un accidente. Pues bien, tal suposición fue categóricamente refutada por el informe de la autopsia que hicieron los médicos forenses. El siguiente es un párrafo crucial de dicho informe: “La persona común, no médico, pudo no haberse dado cuenta tranquilamente de que esas lesiones eran producto de disparos de arma de fuego y en cuanto a un médico no especializado en prácticas forenses, también pudo no haberse dado cuenta”. Téngase en cuenta que el fiscal no objetó ninguna de las afirmaciones de los forenses. De allí que, refutado el soporte principal de la hipótesis acusadora y (aceptado, de hecho, por el fiscal), el complot de Carrascosa con sus familiares, con extraños a los que ve por vez primera (Gauvry Gordon, por ejemplo) y con la masajista Michelini, es nulo o no tiene peso incriminatorio. Tampoco existe en la causa declaración, prueba o indicio alguno (descubierta por el fiscal) que indique tal complot. La cuestión del “pituto” y otras por el estilo, al ser aportadas espontáneamente por los procesados, sugieren más bien la inexistencia de tal complot. Además, a ninguno de los “complotados” los pudo situar en la escena del crimen. Tampoco pudo encontrar un móvil. En suma, el fiscal Molina Pico no tiene nada. Sin embargo, Carrascosa ha sido condenado a cadena perpetua y ahora van por los otros. ­En manos de quiénes estamos! ­Es para espantarse! Como, nobleza obliga, hay que reconocer que los fundamentos del juez Luis María Rizzi para votar por la absolución de Carrascosa están expuestos de manera brillante y con impecable lógica. Mas, “una golondrina no hace verano”.

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